Presentación

Y buenos días/tardes/noches a las personas ante la pantalla.

El objetivo de este espacio es participar en las experiencias dinamizadas del INAP, concretamente en el curso de no discriminación.

Esta entrada no es evaluable, pero me daría mucha rabia dejarla sólo como un enlace de “sé crear un blog”, así que vamos a hacer algo que odio: Ponerme etiquetas.

Nunca uso mi nombre en internet, no el que me dieron mis padres, y no porque tenga nada contra él pero suelo separar mi vida en la red de mi vida real. Ya son bastante complicadas por separado. Llamadme Elsiar.

Soy antietiquetas. También reconozco que a veces son necesarias, ya que aportan una serie de información básica sobre las personas, pero creo que pueden ser algo engañosas. Creo que si las extendemos demasiado acabamos asumiendo una serie de estereotipos que no necesariamente definen la etiqueta original. Pero bueno, es parte de nuestra forma de ordenar la información, qué le vamos a hacer.

Soy agénero. Estoy acostumbrada a que se dirijan a mí como mujer porque es cómo he nacido, pero me siento igual de incluida en el masculino genérico. Personalmente no me hace falta el “todes”, pero respeto que otros lo necesiten.

Automáticamente eso nos lleva a todo lo que se asume al ser identificada como “mujer”. No es que tenga un físico impresionante, vaya, me considero promedio tirando a invisible o al menos intento serlo, pero como “persona identificada como mujer” he sido educada bajo todo lo que la sociedad te da por eso. Sí, he tenido miedo al andar por calles solitarias, me han enseñado a ir hablando por el móvil (o fingir que lo hago) si camino sola por la noche y tengo con mis amigas la costumbre de “reportar cuando llegamos a casa” por WhatsAap. Y por supuesto lo odio y he deseado muchas veces no ser mujer por eso, pero seamos sinceros, cambiar de género no arreglaría ese problema. A ver si nos creemos que los chicos no pasan miedo: Lo que pasa es que el machismo no les deja decirlo.

El miedo que pasaría si intentase cambiarme de género necesitaría un libro entero.

Voy a seguir con otra etiqueta muy polémica y que asumo sólo porque socialmente se me puede considerar “beneficiada” por ella. No tengo ni idea de cómo se llama mi etnia, pero la verdad es que tampoco me importa: Soy blanca por asunción social. Significa que pertenezco a la mayoría de gente considerada “nacional” de mi país. Significa que al verme nadie me etiqueta de “extranjera” y que por ello estoy a salvo de un montón de estereotipos que van ligados al color de la piel. Y soy consciente de eso.

Soy gallega. Probablemente es la etiqueta con la que más cómoda me siento porque aunque no pertenezco al rural, mi familia me ha criado en tradiciones folclóricas. Me gustan mis raíces y me cabreo cuando las atacan.

Soy cristiana, moderadamente católica, nada apostólica y me va más el gótico que el románico. Si acabas de asumir que tengo una serie de prejuicios asociados al catolicismo, ya puedes dar media vuelta porque me he cansado de discutir. Es probablemente una de las etiquetas que menos me gusta por eso, por todo lo que se asume de ella. Quiero que exista una legislación sobre el aborto, que las personas no estén obligadas a ser binomios de distinto sexo y que la escuela tenga una asignatura de ética, leyes y política en vez de religión.

Sólo he usado 4 etiquetas. Estamos en la punta del ovillo pero creo que ya hemos sentado una base clara: Hay mucho por descubrir más allá de las etiquetas.


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